Ya puedes parar

    A pesar de lo que has aprendido a dar por sentado, no existe elección alguna respecto a los pensamientos, emociones y estados que surgen en ti.

    No eliges sentir frustración, tensión, alegría, miedo o alivio, ni tener mejores ni peores pensamientos, ni tampoco estar de buen o mal humor.

    Esa imaginada elección no forma parte de la experiencia de nadie.

    No es así como la vida que eres se despliega.

    Todos los pensamientos acerca de "mis elecciones" surgen espontáneamente, como todos los demás. No son planeados ni elegidos por nadie.

    El sufrimiento es la ilusión de daño, la falsa certeza de impedimento, la apariencia de limitación, el miedo a la destrucción.

    La realidad es que sea lo que sea que aparezca en ti, tú nunca dejas de ser tú, nunca cambias, no eres más ni menos, no estás mejor ni peor.

    Eres presencia plena e inalterable, nunca amenazada, siempre libre del vaivén de la experiencia.

    Cualquier cosa que sientas es sentida desde una paz fundamental, siempre presente.

    Toda experiencia, agradable o desagradable, aparece y se disuelve en esta paz inalterable que eres.

    Aquello que sientes como sufrimiento no está causado por personas, circunstancias, eventos o estados internos.

    La experiencia de sufrimiento está compuesta en su totalidad por resistencia hacia este momento.

    Sea cual sea la forma que este momento tome, esa no es la causa de tu sufrimiento.

    Cuanto más intentas deshacerte del sufrimiento, afrontarlo, superarlo, entenderlo o buscar sus causas, más resistencia añades y más estás prolongando en el tiempo lo que intentas evitar.

    Cualquier intento de ayudarte a superar el sufrimiento mediante métodos, prácticas, sustancias y demás prescripciones es una expresión de la ignorancia de tu verdadera naturaleza.

    La única "solución" al sufrimiento es dejar de intentar solucionarlo.

    La "prescripción" que verdaderamente señala hacia la paz que buscas es la de poner fin a toda prescripción:

    deja el sufrimiento en paz y, en la medida de lo posible, sigue con tu vida hasta que cualquier resistencia hacia este momento se disipe.

    Cualquier terapia, sustancia, método, práctica o acompañamiento dirigido a superar el sufrimiento psicológico simplemente lo perpetúa.

    Solo retrasa el momento en el que finalmente el intento de escapar de la experiencia cesa, el momento en que aquél que trataba de superar su sufrimiento se rinde, se relaja y se disuelve.

    Es entonces cuando la paz que siempre ha estado aquí se hace obvia de nuevo.

    La posibilidad de retornar a ti, de descansar en la presencia de tu propia existencia, está siempre disponible.

    No depende de las circunstancias en las que te encuentres, de cómo te sientas o de qué pensamientos aparezcan.

    La realidad de ti nunca está escondida. Nunca está después.

    Cualquier técnica, herramienta o procedimiento para encontrar paz solo es un impedimento para reconocer este hecho fundamental.

    No puedes "sacarte pensamientos de la cabeza", no puedes "liberarte de una emoción", no puedes "gestionar un estado".

    Todo esto, además de imposible, es innecesario y contraproducente.

    Lo único necesario es reconocer que un pensamiento, una emoción o un estado no tienen ningún poder sobre ti y sobre tu vida.

    Solo parecen tenerlo mientras intentas deshacerte de ellos.

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